viernes, 5 de abril de 2024

La Cofradía de sus amores

 El invierno existe para recordarnos que hay un verano inevitable a la vuelta de la esquina. Con sus días largos, sus noches cortas pero intensas y esa sensación de que todos los momentos son únicos e irrepetibles. Las siestas a la sombra de un árbol escuchando el zumbido de una mosca, los amaneceres frescos y los atardeceres a cámara lenta. Ojalá todas las estaciones fueran verano. Pero antes del verano, tenemos que sufrir un spoiler llamado primavera. Esa época del año tan poco noble predestinada al buen tiempo pero a veces caprichosa, que lo mismo te arruina las vacaciones con una borrasca que te azota con una ola de calor a principios de Junio, cuando todavía no están las piscinas abiertas ni el armario renovado. Te tienta con días soleados y tardes largas al aire libre cuando eres estudiante, pero en el fondo sabes perfectamente que donde debes estar es en la biblioteca. Si eres alérgico, los aperitivos en las terrazas tienen que ir acompañados de un sobre de antihistamínico si no quieres arruinarte lo que queda de día. Observas que cada vez anochece más tarde, pero todavía no ha llegado la jornada intensiva a tu oficina. Es todo un quiero y no puedo terrible. Si por mí fuera pasaría directamente al verano sin previo aviso. Con un pantone de piel azulado, especialmente esos primeros días en bermudas y manga corta, los dos kilos de más que arrastras desde las navidades y el bañador acartonado del verano pasado. Lo único que salva a la primavera es la Semana Santa.

Este año ha sido el primero que he podido disfrutar de unas vacaciones escolares de Pascua desde que dejé la facultad de económicas. Diez días de descanso donde se me ha olvidado hasta el código de entrada a la intranet del colegio. Una semana que empezó y acabó en Zaragoza, cerca de mi familia y amigos y llenándome de sensaciones que a pesar de ser cofrade desde el día en que nací, no había sentido antes. 

El Martes Santo porté un memento que pesaba mucho más de lo que me habían contado. Y no era sólo físicamente, también emocionalmente. El día que agarras esa cruz de madera y caminas de madrugada por las calles de la ciudad, te das cuenta de que nunca se deja de ser cofrade de La Piedad. Allí están tallados a mano los nombres de todos los que un día vistieron el hábito que llevas puesto y que de alguna manera hicieron posible que a día de hoy, casi un siglo después, todavía exista esta hermandad. Entre todos esos cientos de nombres que lucen esas 4 cruces estaban inscritos el de Quique, Tomás y mi abuelo Enrique. Tres personas de mi familia que se han marchado en el último año y que todavía siguen estando cada día en mis pensamientos, recuerdos y memorias. Sentirlos cerca durante unas horas, en silencio, con las pulsaciones disparadas y con mi familia al costado, fue un homenaje que llevaba meses esperando. 

El Jueves Santo cumplí una ilusión que me acompañaba desde bien pequeño, cuando veía a mi abuelo empujar acompañado por otros hermanos el paso de la Virgen de La Piedad por las calles del boterón hasta la Iglesia de San Nicolás. Era uno de los momentos que más le llenaban del año. La cofradía de sus amores, como dice mi amigo Jorgito Ara, le emocionaba hasta tal punto que con 82 años a sus espaldas seguía acudiendo a su cita con San Cayetano cada Jueves de Pasión. A lo largo de muchos años le hemos acompañado mi prima Inés, mi hermana Elvira y yo. Un año también se unieron mi prima Cristina y Rocío, y en los últimos años tocaba Tomás en la sección de instrumentos. 

Este año a las 00.00 del Jueves, en el lugar de mi abuelo estaba yo, portando a la Virgen con los ojos vidriosos y la piel de gallina. Una sensación muy difícil de describir pero que me hizo sentir muy feliz y que no olvidaré nunca. Estoy seguro que la misma que sentía mi abuelo. La mirada cómplice entre todos los capirotes, el sonido de los tambores, bombos y timbales acompañando a los cientos de hermanos que procesionaban por el casco antiguo, un largo suspiro mirando hacia arriba al mismo tiempo que agarraba fuerte el paso y pensaba que un año más nuestra Virgen de La Piedad estaba en la calle y que sin ninguna duda, ellos la acompañarán eternamente. 

Feliz Viernes.  

4 comentarios:

  1. vaya crack, que bien has llevado el legado del abuelo. Estoy muy orgullosa y eres un gran heredero y seguidor de esta tradición tan bonita que nos acompaña a la familia. GRACIAS

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  2. Anónimo5/4/24

    Gracias Carlos, ha sido una Semana Santa muy especial. Muy orgullosos de ti. Te quiero

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  3. Anónimo5/4/24

    Gracias Carlos, muy orgullosos de ti por continuar el Legado de nuestro abuelo y por enseñarnos con tu ejemplo tanto sentimiento esta Semana Santa. Gracias por llevar el peso de unas ausencias tremendas ha sido muy emocionante

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  4. Anónimo5/4/24

    Amigo y hermano, gracias por poner, en este caso blanco sobre negro, tus sentimientos que en procesión no has intentado ocultar, y gracias por ser como eres y continuar el legado no solo en semana santa, un fuerte abrazo

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