Y entonces llega septiembre. Un mes lleno de promesas donde la vuelta a la ciudad es sinónimo de reactivar el correo, retomar los proyectos que se quedaron anotados en la libreta, bajar al super a hacer la compra más aburrida del verano llenando la cesta de productos saludables y bajos en calorías, volver a apuntarse a la piscina con el objetivo, este año sí, de ir al menos 3 veces por semana, y algo que siempre me cuesta pero termino haciendo nada más volver: cortarme el pelo. Lo que funciona en la playa durante 3 semanas de pronto desencaja en la agenda del día a día urbanita. Ese look veraniego de bermuda corta, alpargata acartonada, barba y pelo desaliñado como si llevaras un año viviendo a bordo de un velero deja de ser coherente entre las calles y el ajetreo de la ciudad. Los últimos días de agosto en Barcelona se convierten en una especie de purgatorio de lo que ha sido un mes en el paraíso. Poco a poco van quedando atrás los paseos por la orilla, las siestas en la piscina y las comidas en un chiringuito a las 4 de la tarde para dar paso a los tuppers, los grupos de whatsapp de trabajo y las carreras por el asfalto esquivando a los patinetes y repartidores de glovo.
Este año las vacaciones han tenido la misma hoja de ruta que los dos anteriores pero a un ritmo totalmente distinto. Con Camila he descubierto que existen dos mañanas, dos tardes y dos noches, cada franja siempre divida por pequeñas siestas de hora y media y 120 ml de leche en polvo. Entre la siesta de la mañana y la de la tarde me ha dado tiempo a leer la mitad de Años Salvajes (William Finnegan), un libro que empecé con muchas ganas y ha terminado aburriéndome en la página 237. Esto lo he combinado con mi pequeño placer culpable -mis podcast de confianza- que disfrutaba mientras me abría una botella de vino tinto en Biescas, rosado en las Landas y blanco en Altafulla. 2025 ha sido nuestro primer verano en familia y aunque tengo un carrete lleno de recuerdos inolvidables que prometo revelar algún día de septiembre, ninguno representa mejor la idea de felicidad como la de mirar a la orilla desde el agua y ver a Carla persiguiendo a Camila mientras gateaba con marea baja.
En Biescas coincidimos con mi prima Carmela a modo revival y participamos con los niños en el concurso popular de disfraces, rememorando los tiempos en los que ganábamos cada verano gracias al ingenio de nuestras madres. Hicimos caminatas cortas -siempre hemos sido más excursionistas que montañeros- ,disfrutamos de la actuación de magia de mi padre en su performance como “El mago Xoan” y ganamos el premio al mejor postre en el concurso de tapas de la urbanización, con unas rocas de chocolate y chococrispis que apodamos genuinamente “Rocas del Valle”.
Comimos y alargamos la sobremesa en el merendero de Lasarra con nuestros amigos valencianos Laura y Carlos, y disfrutamos de las noches frescas del verano pirenaico contando batallitas y jugándonos el aperitivo al Continental.
Durante la semana en Altafulla he combinado tardes en familia con mañanas de navegación en un curso de vela ligera que empecé con mi suegro y casi acabo en solitario por culpa de una racha de 20 nudos que nos hizo volcar y fracturó el dedo de Carla cuando sustituía a su padre. Disfrutamos de la vida pirata en la playa que nos vio darnos el sí quiero hace 3 años, brindamos mucho y muy seguido, arreglamos el mundo desde la orilla en una tarde con Laura y Marta y nos escapamos a Casafort en el día durante la vendimia de la temporada.
Este fin de semana es la última bocanada de aire de un verano que se acaba pero que abre la puerta a un nuevo camino que no sé todavía si se hace al andar o como dijo Mauricio Wiesenthal, se anda camino al hacer.
Feliz retorno.
Una película: Palm Springs (2020). Fresca, muy divertida y sin pretensiones. Lo que le pides a un verano perfecto.
Un olor: Neroni Portofino de Tom Ford. Lo más parecido a oler siempre a vacaciones en algún lugar del mar mediterráneo.
Una canción: Pipe dream de Guitarrica de la Fuente. Por lo que significó el momento en el que sonó en directo el 3 de julio en el Pueblo Español de Barcelona. El final de curso, el inicio del verano. Nuestra primera escapada como padres.