jueves, 1 de mayo de 2025

Lo que Monri me debe

Nunca lo había pensado hasta que este sábado se lo escuché decir a un mexicano en la boda de Pablo "Se lo debes cabrón, estar aquí ahora mismo es por su culpa". Esto fue lo que le dijo un invitado a Monri, cuando después de unos cuantos vinos y copas le contamos por qué estábamos allí los dos, Borja y yo, en una finca de las afueras de Madrid celebrando la boda de nuestro querido amigo de Erasmus Pablo, con más de 200 invitados donde no conocíamos absolutamente a nadie salvo al novio. 

Todo empezó en 2006, en la facultad de Ciencias Económicas de Zaragoza, cuando a las 6 de la mañana estábamos Monri y yo haciendo fila en la puerta de secretaría para poder elegir uno de los pocos destinos Erasmus que quedaron libres después del reparto de plazas del día anterior. Parecíamos los jugadores del draft de la NBA que ningún equipo quiere. Y es que la selección del destino iba por orden de expediente académico, por lo que aquellos que teníamos peores notas nos quedábamos a la cola de la lista. El expediente de Monri y el mío era similar. Casi todo aprobados, algún notable y creo que entre los dos no sumábamos 3 sobresalientes en 4 años de carrera. Esto nos situaba en el peor escenario al final de una jornada frenética para muchos; todos los destinos agotados salvo 3: Tralee (Irlanda), Groningen (Holanda) y Lieja (Bélgica). Nadie los había elegido. Hubo gente que incluso prefirió renunciar ese año a su plaza de Erasmus antes que elegir alguno de esos 3 destinos. Groningen tenía fama de ser muy exigente académicamente y corrías el riesgo de volver a España con la mitad del curso suspendido. Lieja era un territorio tremendamente aburrido y con pocas posibilidades de aprender bien un idioma. Este descarte nos dejaba como única opción Tralee, una ciudad irlandesa con apenas 30.000 habitantes de la que no teníamos ninguna referencia. Convencer a Monri de que ése sería nuestro mejor año como universitarios me costó unas cuantas cañas y una tarde de llamadas telefónicas para intentar conectar con los estudiantes que estuvieron el año anterior a nosotros. De madrugada, como en las grandes rondas de negociación, Monri y yo tomábamos la decisión de plantarnos a las 6 de la mañana del día siguiente en la puerta de la facultad para ser los primeros en elegir los últimos puestos. Aunque sólo quedaran 8 plazas y 3 destinos, poder elegir los primeros por una vez en nuestra vida nos hizo tan felices que tuvimos que ir a la cafetería a celebrarlo con unas cañas. Era oficial, ya habíamos firmado. Al curso siguiente estaríamos en la capital del condado de Kerry. 

Contra todo pronóstico mejoramos nuestro nivel de inglés, viajamos por media Europa, aprobamos todo el curso y construimos un núcleo duro de amigos que a día de hoy aún se mantiene. Durante un año compartimos vida, residencia y aventuras con un grupo de gente que en aquel momento se convirtió en nuestra familia. Este sábado se casó uno de los nuestros. Pablo, de origen asturiano, residente en Luxemburgo, expatriado en Washington y Londres. Compartió piso con un sobrino de Osama Bin Laden, perdió su acento en Búfalo y lo recuperó en Elche. Una de esas personas que son graciosas sin querer serlo. Un tipo que se hace querer con su simpatía y don de gentes. Y eso se notaba en nuestra mesa, donde aunque nadie se conocía todos teníamos algo en común. Una gran historia con una gran persona. En diferentes momentos de su vida, distintos países y múltiples lenguas. Hoy vivimos separados por miles de kilómetros, pero cuando nos juntamos, pasen los años que pasen, siempre dejamos claro a través de nuestras risas, bailes y anécdotas, que hubo un año en el que vivimos peligrosamente juntos. 



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