lunes, 31 de julio de 2023

Hasta que se enciendan las luces

 Hoy se cumple un año del día más feliz de mi vida. 29 de Julio, el día que me casé con Carla. Nunca me he sentido más afortunado que ese viernes. Recuerdo perfectamente una hora antes de la ceremonia, emocionarme yo sólo en la habitación del hotel pensando en la suerte que tenía de disfrutar aquello. Mi futura mujer, mi familia y mis mejores amigos estaban allí. No podía pedirle nada más al guionista. Era la película que tantas veces había soñado. 

Los que me conocen bien ya lo saben, pero si hay una sensación que me acompaña desde adolescente es la de "nostalgia del presente" o dicho de otra forma: Ser consciente de que voy a echar mucho de menos el instante que estoy viviendo. Esto que a priori puede parecer algo negativo lo he convertido con el tiempo en una fortaleza indiscutible, haciendo que disfrute muchísimo de los buenos momentos. 

Ese día sólo quería abrir bien los ojos, destaponarme los oídos y congelar en un condensador de fluzo absolutamente todo lo que pasara en ese periodo de espacio-tiempo. Días más tarde y superada la resaca emocional, asumí que lo más parecido a eso era un álbum con más de 2.000 fotos, un buen puñado de vídeos que recibí por whatsapp y una lista de canciones de boda de Spotify que más de una vez nos hemos puesto Carla y yo en bucle.  

Lo que nunca sospeché es que después del 28 de enero me costaría mucho volver a abrir todo aquello.

 Durante estos 365 días he vivido el mejor día de mi vida y también el peor. Hoy, un año después de nuestra boda, me he reconciliado con el pasado y he vuelto a abrir el álbum de fotos que tanto me gustaba mirar y que en cierto modo utilizaba como terapia los días complicados. Abrirlo era casa, verano, familia, amigos, era Carla. Era todo a la vez en todas partes. Era viajar al pasado y observar a todas las personas que quiero en mi vida felices y sonrientes. Hoy, un año después, hay dos personas que ya no están y el mero hecho de pensar que ese día estaban felices a nuestro lado, es una emoción muy difícil de gestionar. 

Hago scroll-down deseando encontrarme con ellos hasta que llego, los veo, los toco y el corazón se me encoge. Casi puedo escucharlos e incluso reírme con ellos. Puedo sentirlos igual que si estuvieran aquí a mi lado. Les cuento que les echo de menos y que aunque suene a tópico, sabía que ese momento era irrepetible. Les pregunto si están bien y les digo que esto no puede terminar así, que nos encontraremos algún día, no tengo ninguna duda. Se me escapa una lágrima cuando paro en una foto. Me quedo ahí, mirándolos. Así es como quiero recordarlos. Como ese 29 de julio de 2022. Bailando con la vida como sólo ellos saben hacerlo. A puro corazón, hasta que se enciendan las luces. Como si nadie los estuviera viendo. 


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