miércoles, 12 de junio de 2024

Cada pequeña gran victoria

 San Marino es el último reducto de esperanza del fútbol. Esta república formada en el 301 d.C se encuentra entre las regiones italianas de Le Marche y Emilia Romagna y es el quinto país más pequeño del mundo. Con una población de 33.000 habitantes y una liga de fútbol compuesta por sólo 16 equipos, las posibilidades de formar un conjunto nacional pasan por elegir a los mejores de entre 30 o 40 jugadores, mientras que otros países lo hacen de entre millones. 

La selección de San Marino ocupa el puesto 210 del ranking FIFA y nunca ha ganado un partido oficial. El significado de la derrota para esta selección que no cuenta con ningún jugador profesional en su plantilla es totalmente diferente al que puede tener otra selección. Para ellos, cada partido es una oportunidad de demostrar tal y como dice su capitán, que el fútbol es de todos. Los obreros del fútbol se enfrentan en cada encuentro a jugadores de talla mundial que participan en la Champions League y en las grandes ligas europeas. Para San Marino cada gol es una victoria. Y lograr marcar en tres partidos consecutivos como han hecho en 2024, es toda una proeza. 

Ayer por la noche mientras veía "El espíritu de San Marino", el último episodio de Informe+, me preguntaba si esa pieza debería guardarla en mi carpeta de favoritos para enseñársela en un futuro a mis hijos. Aportar perspectiva a los logros y las derrotas es algo que siempre me ha fascinado y con lo que hoy en día estamos muy poco familiarizados. Ya no hay tiempo para la búsqueda ni para el análisis. El éxito o fracaso lo definen los resultados. Pero, ¿qué hay de todo ese camino hasta llegar al resultado? ¿Acaso no es igual de valioso? 

La selección de San Marino representa una gran conquista y un aliento de esperanza frente a la industria del deporte en general y el fútbol en particular, donde los grandes clubes y federaciones especulan con un negocio que pertenece cada vez más a los estados y las grandes élites. Un ejemplo de pundonor, esfuerzo y sacrificio en el nombre de un país. Tanto es así que cada vez hay más aficionados, especialmente en Italia, que se desplazan para animar a esta selección capaz de viajar 18 horas en autobús para disputar un partido en la otra punta de Europa. Será la nostalgia por el fútbol de antes, el apoyo a David contra Goliat, el equipo del pueblo o quizás la necesidad de emocionarse de nuevo con las cosas que aunque a priori nos parezcan pequeñas, con el tiempo descubres su increíble grandeza. 


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