jueves, 5 de septiembre de 2024

El túnel de septiembre

 Todos los años cuando termina agosto me pasa lo mismo. Fantaseo con la posibilidad de que cada 1 de septiembre los pueblos y destinos vacacionales cierren sus puertas hasta el verano siguiente. Como ocurre con las piscinas municipales. Algo así como un toque de queda al más puro estilo soviético. Implantar por decreto la obligatoriedad de que todo el mundo haga sus maletas, se dirija a sus respectivas ciudades y se dedique concienzudamente a volver a su monótona y aburrida vida de lunes a viernes. "Cerrado por fin de vacaciones". Un letrero bien grande. Y así decir adiós al FOMO por los que se quedan unos días más o por los que prefieren disfrutar de las vacaciones en septiembre porque todo es más barato, hay menos gente y todavía hace buen tiempo. Un saludo para todos los que se han ido de vacaciones esta semana de lluvia. Despedir el verano es un ejercicio que siempre me ha costado, desde bien pequeño. Saber que no volveré hasta el año siguiente. Que la pandilla de verano no es la pandilla de invierno por mucho que me empeñe en mantener el contacto a lo largo del año. Que ese lugar cambia totalmente si lo visitas en otra época del calendario porque no tiene la misma luz, no huele igual, late de otra forma. Es como ir al mismo teatro a ver dos obras diferentes.

De momento odio septiembre. Quizás algún día nos llevemos bien. Quién sabe si terminaré convirtiéndome en uno de esos padres que dicen "Estaba deseando volver para que los niños empiecen el cole" o "Teníamos todos muchas ganas de rutina". Para mí septiembre y más en concreto el día que vuelves de vacaciones es lo más parecido al cuadro Aproximación a una ciudad de Hopper, donde unas vías de tren desembocan en un túnel a la entrada de una gran ciudad. Una ciudad que encierra diferentes realidades. Habrá quien la vea como una nueva oportunidad, para otros será una aventura a punto de comenzar y también hay quien mirará ese túnel con cierta claustrofobia. El pánico a tener que ser productivo de nuevo. El miedo a fallar. La bandeja de entrada del mail, Mercadona, el gimnasio, uff. 

El retorno es inevitable. A escasos kilómetros de la entrada a la ciudad paro a echar gasolina y miro google maps para comprobar que no haya retención. Con bermudas, alpargatas y entre luces y sonidos de clacson atravieso el túnel dejando atrás la luz y el brillo del plácido verano que poco a poco va desapareciendo por el retrovisor, mientras agarro ligero el volante con el consuelo de que ya casi es fin de semana y en nada hay un puente y después, casi sin darme cuenta, ya estamos en navidades. 

Feliz vuelta al cole.



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